La literatura para la educación de los jóvenes tiene una larga tradición en la cultura occidental. Los cuentos, las parábolas y los versos están tan arraigados en la literatura general que a menudo olvidamos que fueron concebidos con un propósito pedagógico preciso.
Siempre se ha entendido el paseo tranquilo por el silencio de los claustros como un momento para recrearse con enseñanzas religiosas o morales. En la Catedral de Oporto, para alabar a la Madre de Dios, los azulejos, pintados por Valentim de Almeida, ilustran el lirismo amoroso de los versos del Cántico de los Cánticos. En el convento de San Francisco en Bahía, los emblemas del pintor flamenco Otto van Veen nos enseñan algunas lecciones morales aprendidas del filósofo griego Séneca. En ambos casos, no pretenden inspirar solo a los religiosos, sino a todos los visitantes.
En 1792, cuando el gobierno permitió que las Escuelas Reales se establecieran en el Monasterio de San Vicente de Fora de Lisboa, se encargaron más de tres docenas de paneles con las fábulas de La Fontaine para completar la ya portentosa decoración de azulejos.
El poeta francés que dedicó al “Monseñor” Luis, le Grand Dauphin, el hijo de seis años de Luis XIV de Francia, explicó, con gracia, la finalidad de dar voz a los animales:
Los héroes canto de que Esopo es padre,/ Y cuya historia, bien que fabulosa,/ Suele en sus hechos encerrar á veces/ Leccion á los humanos provechosa./ No hay en mi libro á quien la voz no cuadre,/ Hablan en el hasta los mudos peces; / Y lo que dicen nos atañe á todos,/ Pues con diversos modos/ De las bestias me sirvo irracionales/ Para instruir á los hombres, mis iguales.

La importancia de la educación fue también el tema central de una de las fábulas recogidas en el octavo libro, publicado por primera vez en 1678. Cuenta la historia de dos perros nacidos de la misma prole, pero con tipos muy diferentes. El primero, llamado César, fue entregue a un gran cazador, y se convirtió, como su nombre indica, en el progenitor principal de su raza. El segundo, confiado a un cocinero, se convirtió en un despreciable ladrón glotón. Pese al prejuicio injustificado contra los cocineros, la fábula de los perros gemelos exalta la importancia de que los estudiantes se esfuercen para desarrollar sus mejores talentos. Además, es totalmente adecuada para los propósitos del establecimiento de la escuela secundaria dirigido por los cánones regulares de San Agustín.
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL
MARTINS, António Coimbra. As fábulas de La Fontaine de São Vicente de Fora – Les fables de La Fontaine du monastére de Saint-Vincent à Lisbonne. Lisboa: Editions Chandeigne / Gótica, 2001. ISBN 978-2-906462-84-7.
