Con cierta frecuencia, la pintura de género parece trascender el campo de las artes visuales para reflejar los cambios en los comportamientos sociales. Las singeries, por ejemplo, hacen reír al criticar las costumbres, mientras que la chinoiserie pretende crear un exquisito mundo de fantasía. En el caso de la fête galante, se pretende retratar el enamoramiento. Más precisamente, el enamoramiento en las fiestas de la sociedad elegante.
El pintor, en busca del éxito, igualmente se compromete a difundir este gusto moderno. Al mismo tiempo que Nicolas Lancret llevó a cabo el conjunto de pinturas que representaban Las Cuatro Edades del Amor, solicitó que Nicolas Larmessin las reprodujera en grabados, para llegar a un público más amplio, informado a través de las revistas especializadas.

En julio de 1735, el Mercure de France presentó favorablemente la nueva creación:
Estas son las cuatro épocas caracterizadas por sus diversiones: los juegos de la infancia, la coquetería emergente de la adolescencia, la gallardía de la juventud, y la conversación de los ancianos… En la elección de los personajes y sus expresiones suaves y delicadas, solo ofrecen cosas agradables. Siempre reconocemos el gusto del Señor Lancret, cuyo talento agradable hasta ahora ha ganado aplausos públicos.

Para explicar el tema de las estampas, algunos versos acompañan los grabados. En la adolescencia, las damas se visten elegantemente, preparándose para un placentero sarao. Los más jóvenes comienzan a estar conscientes de las reglas de la conquista amorosa:
Mientras la luz de la razón nos ilumina,/ nos obliga a conquistar el placer y el honor./ Tratamos de embellecernos y estudiamos para ser agradables./ Nuestra felicidad depende de la mirada de los demás.
Si, al principio, en la obra de Antoine Watteau, el romance es fugitivo, seductor y, a veces, melancólico, en las pinturas de Lancret, es parte de la naturaleza humana y ya ha encontrado su lugar adecuado en cada etapa de la vida.
Como demuestra el panel que ahora se exhibe en el Ecomuseu Municipal do Seixal, para satisfacer a los deseos de la clientela portuguesa, los pintores de azulejo fueron llamados a reproducir las obras del pintor francés. Se lo hizo, obviamente, para participar en la modernidad de este nuevo género cultural.
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL
MANGUCCI, Celso. “As gravuras de Nicolas Lancret e os azulejos da Quinta da Trindade, no Seixal” in Al-madan, n. 13, 2005, pp. 113-118. ISSN 0871-066X.
